En Rusia, el movimiento obrero, aunque más joven y menos desarrollado que el movimiento en occidente, también sentía las mismas presiones y contradicciones. Como los revisionistas en el SPD, Struve, Tugan-Baranowski y otros, propagaron una versión “inofensiva” del marxismo –un marxismo “legal” que vaciaba la visión del mundo del proletariado de su contenido revolucionario y lo reducía a un sistema de análisis económicos. En esencia el marxismo legal argumentaba a favor del desarrollo del capitalismo en Rusia. Esta forma de oportunismo, aceptable para el régimen zarista, no tuvo mucho impacto en los trabajadores rusos, que encaraban unas condiciones espantosas de pobreza y de represión, y difícilmente podían posponer la defensa inmediata de sus condiciones de vida cuando se les imponía una forma extremadamente brutal de industrialización capitalista. En esas condiciones, empezó a arraigar una forma más sutil de oportunismo –la tendencia que se llamó “economicismo”. Como los bernsternianos, para quienes “el movimiento es todo y el objetivo nada”, los “economicistas”, como los que se agrupaban en torno al periódico Rabochaia Mysl, también adoraban al movimiento inmediato de la clase; pero como no había ningún terreno parlamentario de que hablar, este inmediatismo se restringía mayormente a la lucha día a día en las fábricas. Para los economicistas, los trabajadores estaban principalmente interesados por el pan y nada más. La política para esta corriente se reducía principalmente a tratar de conseguir un régimen parlamentario burgués y se daba esencialmente una tarea de oposición liberal. Como planteaba el credo economicista, escrito por YD Kuskova, “para los marxistas rusos hay solamente una línea: participar, proporcionando asistencia, en la lucha económica del proletariado; y en la actividad de la oposición liberal”. En esta visión extremadamente estrecha y mecánica del movimiento proletario, la conciencia de clase, para desarrollarse a gran escala, tenía, en cualquier caso, que emerger más o menos de un incremento de las luchas económicas. Y puesto que la fábrica o la localidad eran el terreno de esas escaramuzas inmediatas, la mejor forma de organización para intervenir en ellas era el círculo local. Esto era también una forma de volcarse ante el hecho inmediato, puesto que el movimiento socialista ruso durante las primeras décadas de su existencia estuvo disperso en una plétora de círculos locales aislados, diletantes, y a menudo transitorios, que apenas estaban conectados entre sí.
Oponerse a la tendencia economicista fue el principal objetivo del libro de Lenin ¿Qué hacer?, publicado en 1902. Lenin argumentó contra la idea de que la conciencia socialista surgiera simplemente de la lucha diaria; y planteó que se requería que la clase obrera interviniera en el terreno político. La conciencia socialista no podía engendrarse meramente de la relación inmediata entre patronos y trabajadores, sino únicamente de la lucha global entre las clases-y así de la relación más general entre la globalidad de la clase obrera y la clase dominante, y también de la relación entre la clase obrera y todas las demás clases oprimidas por la autocracia
El desarrollo de la conciencia revolucionaria de clase requería, en especial, la construcción de un partido unificado, centralizado y declaradamente revolucionario; un partido que tenía que ir más allá del estadio de círculos y de la estrechez de miras y el espíritu de círculo personalista que significaba. En contra de la visión economicista que reducía el partido a un mero accesorio, o “cola” de la lucha económica, apenas distinto de otras formas de organización obrera más inmediatas como los sindicatos, un partido proletario debía existir sobre todo para conducir al proletariado del terreno económico al terreno político. Para estar preparado para esta tarea, el partido tenía que ser una “organización de revolucionarios” mas que una “organización de trabajadores”. Mientras que en esta última, el único criterio para participar era ser un trabajador que busca defender intereses de clase inmediatos, la primera tenía que estar compuesta de “revolucionarios profesionales” , militantes revolucionarios que trabajaban de mutuo acuerdo sin considerar sus orígenes sociológicos.
Por supuesto el Qué hacer de Lenin es sobre todo conocido por la formulación de Lenin sobre la conciencia, especialmente por haber recogido de Kautsky la noción de que la “ideología” socialista es producto de los intelectuales de la clase media, lo que llevaba a la concepción de que la conciencia de la clase obrera es “espontáneamente” burguesa. Se ha dicho mucho sobre esos errores, que en cierto modo son la imagen refleja del economicismo y una real concesión a una visión puramente inmediatista, en la que se ve la clase obrera sólo tal como es en un momento dado, en los centros de trabajo, más que como una clase histórica, cuya lucha contiene también la elaboración de la teoría revolucionaria. Lenin corrigió pronto la mayoría de estos errores –en realidad ya había comenzado a hacerlo en el IIº Congreso. Fue ahí donde admitió por primera vez “haber torcido demasiado la dirección” en su argumento contra los economicistas, y afirmó que ciertamente los obreros podían participar en la elaboración del pensamiento socialista, señalando también que, sin la intervención de los revolucionarios, la conciencia de clase que emerge espontáneamente está constantemente tratando de ser desviada hacia la ideología burguesa por la interferencia activa de la burguesía. Lenin iba a llevar más lejos estas clarificaciones tras la experiencia de la revolución de 1905. Pero en cualquier caso, el punto central de su crítica del economicismo sigue siendo válido: la conciencia de clase sólo puede ser la comprensión del proletariado de su posición histórica y global, y no puede alcanzar madurez sin el trabajo organizado de los revolucionarios. Seguir leyendo ‘Movimiento obrero: congreso de 1903’